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| Manifestantes en la Plaza Taksim (Estambul) en 2013 |
Las revueltas que están
teniendo lugar en diversos países del mundo en los últimos meses como las de
Brasil o Turquía están dando mucho que hablar en los medios y en las redes.
Tras la primavera árabe, están siendo muchos los países que están
experimentando conflictos entre los ciudadanos y sus gobiernos. Según explican
los grandes medios de comunicación, las revueltas se han originado por la
destrucción de un parque en Turquía o la subida tarifaria de los autobuses brasileños. Bien podría ser cierto que este ha sido el detonante de estos
durísimos enfrentamientos que se han saldado con varios heridos y muertos, pero
poco a poco (y a menos que se deje de hablar de ello en los medios), se está
viendo que el verdadero motivo de las revueltas es el hartazgo de las clases
más desfavorecidas y oprimidas contra el sistema. El miedo de los medios de
comunicación y las multinacionales que las financian a que los países
occidentales despertemos contagiados por estas revoluciones, es el motivo de
que todos los diarios y televisiones aporten la misma visión simplista y
sesgada de la realidad de estos acontecimientos.
Cuando se trata de conflictos
sociales o políticos en América Latina, debemos andarnos con pies de plomo a la
hora de leer los medios españoles. Como muy bien explica Roberto Montoya en su artículo
“España, prensa hostil contra Chávez”
publicado en Le Monde diplomatique el
pasado mes de abril, los intereses que los medios de comunicación de España tienen
de preservar la hegemonía de las multinacionales en Latinoamérica son diversos.
Prisa, Planeta o Grupo Godó son
propietarios de numerosos medios de comunicación tanto en España como en el
continente americano, por lo que, para asegurarse los beneficios que les
reporta la publicidad de las grandes multinacionales, defienden con uñas y
dientes los intereses de éstas, ya sea demonizando políticos, mintiendo
descaradamente o tergiversando sobre los acontecimientos que allí suceden. Los
medios españoles se han vuelto muy poco fiables en temas referentes a América
Latina, y prueba de ello es que mientras atacan en sus páginas y telediarios a
supuestos “líderes mesiánicos”, “caudillos populistas” y “dictadores”, rinden pleitesía a los políticos que se pliegan a las exigencias
del neoliberalismo a pesar de sus dudosa gestión política, como es el caso de
Álvaro Uribe bajo cuyo mandato desaparecieron 32.000 personas en Colombia.
Por citar sólo algunos de los
medios que controlan los grandes grupos editoriales españoles podemos indicar
que Prisa controla El País, As, Cinco Días, Cadena SER, Canal + y parte de Madiaset
España (con Telecinco a la cabeza);
Planeta es la propietaria de Onda Cero, Antena 3, La Sexta y La Razón; Grupo Godó tiene La
Vanguardia, Mundo Deportivo… Por
tanto, difícil será encontrar en estos medios una opinión que hable bien de los
líderes latinoamericanos que se atreven a retar a las grandes compañías
multinacionales (que financian a los citados grupos) en beneficio de su propio
país. Líderes como Salvador Allende en los años setenta o Hugo Chávez hasta
hace poco (al margen de las polémicas que pudieran suscitar) han sido
demonizados y acosados hasta la extenuación desde todos los frentes, con la
única intención de que sus acciones y políticas, que iban encaminadas a
combatir el neoliberalismo feroz, no contagiaran al resto de países. Lo mismo
ocurre con las revoluciones (aunque se las llame “protestas”) de Brasil y
Turquía: ante la imposibilidad de invisibilizar
los hechos, se opta por minimizarlos y
presentarlos como algo aislado y puntual, sin mostrar las verdaderas causas.
En otra época, los acontecimientos
de revuelta que están teniendo lugar en todos estos países habrían sido
fácilmente acallados por los medios si simplemente no los hubieran mencionado,
pero la imposibilidad de frenar las informaciones ciudadanas a través de
internet están haciendo que los medios se vean obligados a hablar de todo
aquello que más les interesaría no difundir. Al igual que durante la Revolución
Francesa los reyes déspotas y la nobleza de los países vecinos intentaban con
todos sus medios que las nuevas ideas no llegaran al pueblo y así se levantaran
en armas contra ellos, los medios de comunicación de hoy en día pretenden
distorsionar las acontecimientos y regímenes políticos que puedan hacer
tambalearse al sistema capitalista que mantiene los privilegios de los
poderosos. Por eso, conviene no creer todo lo que los medios de masas cuentan
ya que, por muy progresistas que quieran parecer, todos ellos sirven a las
mismas multinacionales que pretenden mantener el statu quo, por lo que toda acción que intente alterarlo será negada
o minimizada.
Y es en estos tiempos de descontento
social cuando los intereses de las grandes compañías están en la cuerda floja
ya que son ellas las responsables y desde fuera pueden contagiarnos del
espíritu revolucionario que va despertando. Los medios tienen el poder de
mantener a la opinión pública engañada y pasiva mientras es despojada de todo
cuanto tiene, por lo que no hay que dejarse engañar: ni la gente se deja matar
porque un parque sea demolido ni un gobierno mata gente por el mismo motivo.

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