28 de mayo de 2013

La falsa libertad neoliberal

Podemos afirmar que existen, básicamente, dos modelos de sistema: por una lado tenemos el capitalismo, y por otro el socialismo y el comunismo. Si tenemos en cuenta cuáles son los valores que sustentan estas ideologías, veremos que en el primero, en el sistema capitalista neoliberal, el valor fundamental, al menos en apariencia, es la libertad, mientras que en el socialista o comunista es la igualdad.
Libertad, igualdad, fraternidad,
lema de la Revolución Francesa
Según nos dice el capitalismo neoliberal, la libertad es imposible si existe un Estado que coarte la actividad económica de las empresas, por ejemplo, de un país. Es decir, el Estado debe dejar hacer con total libertad y no inmiscuirse en las actividades económicas de las empresas. Por tanto, esta es la libertad que el sistema neoliberal defiende: la libertad por encima de todo, sin cortapisas. Ahora bien, debemos ver las consecuencias que conlleva esta libertad, porque no hace falta reflexionar demasiado para darse cuenta de que esta libertad total va en contra del mismo principio supremo que defiende. Por todos es conocida la frase “mi libertad acaba donde empieza la libertad del otro”. Esto quiere decir que, si bien yo soy libre, lo soy hasta el punto en que no perjudique a otra persona, que debe tener tanta libertad como yo. Por tanto, la libertad no puede ser total, ya que ese dejar hacer sin límites puede dañar a otras personas que también deben ser libres. Por poner un ejemplo simplificado vamos a suponer que en una sociedad existe libertad total y a una persona se le antoja hacer un experimento científico probando en otras personas y sin su consentimiento un medicamento del que no se saben sus efectos secundarios ¿No debería haber alguien o algo que regulara que la libertad de los demás se respete? ¿No debe existir un órgano que “regule” la libertad?
Este ejemplo de “cobayas humanas” por muy exagerado que parezca, los llevan a cabo hoy en día las empresas farmacéuticas pero, por poner un ejemplo que nos toque más de cerca, podemos hablar de la situación actual en España y en la mayoría de países europeos mediterráneos. Quienes defienden el sistema neoliberal son partidarios de dar cada vez más libertad a las empresas en materia de despido: demos más libertad para despedir, que las empresas sabrán actuar éticamente. Sin embargo, esto afecta dramáticamente a las personas que trabajan, pues quedarán sin trabajo y sin posibilidad de subsistir. Podrá decirse que una empresa, si tiene pérdidas es normal que despida trabajadores, pero no se puede hacer sin tener en cuenta la indemnización que ello debe conllevar y mucho menos si tenemos en cuenta que la empresa, generalmente, no despedirá por tener pérdidas, sino por no tener los beneficios que desea. Las consecuencias de esta libertad neoliberal se han visto hace poco en cómo empresas como Inditex o Primark, amparadas en esta libertad empresarial, explotaban en condiciones infrahumanas a trabajadores de Blangladesh.
Por tanto, esta liberalización de mercados, bajo un falso principio de libertad, se la da a unos, negándosela a otros, que se verán privados de ella en tanto que no tendrán recursos para una vida digna. Esta es la falsa libertad que defiende la tradición neoliberal: una libertad que entra en conflicto consigo misma, ya que la libertad individual total es, paradójicamente, la negación de la misma  a nivel colectivo.
Viñeta de Forges
Por otro lado tenemos el otro gran valor que defenderían los sistemas socialista y comunista: la igualdad. Bajo el principio de igualdad de los sistemas socialistas, se entiende que la libertad es un principio fundamental, pero que sólo se puede conseguir a través de la igualdad. En la medida en que todos tengamos los mismos derechos y oportunidades, todos seremos libres. Si todos tenemos una casa donde vivir, un trabajo, una Sanidad y una Educación asegurados, todos gozaremos de una libertad completa. En el momento en que una empresa privada pretenda aumentar sus beneficios, lo hará a costa de reducir las condiciones de sus trabajadores. O, en otro aspecto: si son constructoras privadas auspiciadas por entidades bancarias las que se encarguen de proporcionar viviendas a los ciudadanos, éstos, en su afán de conseguir el máximo beneficio, intentarán que el comprador pague el máximo posible, negándole la vivienda en caso de que no pueda permitírsela. Por tanto, necesidades básicas como la vivienda (a la que podríamos sumar la Educación, la Sanidad, la alimentación…), se verían relegadas al nivel adquisitivo que cada uno tuviera, lo que significa que la libertad se vería condicionada a cuánto dinero tienes.
El principio de igualdad es indisociable del principio de libertad, ya que en la medida en que todos podamos, de forma igualitaria, acceder a las necesidades básicas sin que nadie las monopolice, todos tendremos la libertad al tener proporcionados los pilares básicos que proporcionan la dignidad humana. Pero para ello, es necesario que la libertad esté regulada, por mal que esto suene. Regulada en el sentido de que debe haber un órgano que vele por que esa libertad “de acción” no sea excesiva hasta tal punto que atente contra la libertad de los demás. Poniendo otra vez un ejemplo cercano, tendríamos a los bancos, y el tema de la vivienda. Teniendo en cuenta que la vivienda es un derecho esencial, si a la hora de poder adquirir una, se exige a las personas una cantidad de dinero mucho mayor al valor que realmente tiene la vivienda, se está haciendo una discriminación en función del dinero que esa persona tenga. Es decir, en función del dinero que cada uno tenga, podrá optar a una vivienda o no. Esta diferenciación o discriminación en función del dinero es contraria a la libertad, ya que se niega a una persona el cubrir sus necesidades básicas. Por tanto, si tenemos en cuenta el principio de igualdad, tendríamos un órgano regulador que asegure que la entidad bancaria proporcione las viviendas en igualdad de condiciones o, mejor aún, que sea una sola entidad bancaria estatal la que, a precio de coste, proporcione la vivienda a sus ciudadanos. Este procedimiento basado en la igualdad y no en la discriminación monetaria que hace una entidad privada (que ya en su esencia es contraria al principio de igualdad por enriquecerse a costa de otros), asegura que las personas cubran sus necesidades básicas, lo que asegura la libertad a través de la dignidad.
Sin embargo, este órgano que controle y vele por la libertad real, no se trata de un órgano que controle absolutamente todo a modo de comité central, sino un órgano que regule los excesos que podrían llevar al abuso de la libertad. Tampoco hay que entender esta igualdad como uniformidad u homogeneidad, ya que también, en la base de la libertad está la diversidad.
Por tanto, y en contra de los que se nos suele decir y según se nos han mostrado las cosas tradicionalmente, libertad e igualdad no están reñidas, no son conceptos incompatibles. La raíz del conflicto entre libertad e igualdad está en el concepto falso que el neoliberalismo tiene de libertad. A través del tiempo se nos ha inculcado un significado erróneo de lo que significa la libertad, según el cual, la libertad es simplemente poder salir a la calle, manifestar opiniones o tener libertad económica para poder comprar uno u otro coche. Pero la libertad real significa algo mucho más abstracto y difícil de entender. No se trata de la libertad como “dejar hacer”, sino más bien de “dejar saber”. Por supuesto, el hecho de poder expresar opiniones, de reunirse, de no ser discriminado, de manifestarse, son un ejemplo de libertad, pero el concepto en sí mismo va mucho más allá. Uno puede tener todos los derechos mencionados anteriormente y no ser libre en absoluto, ¿por qué?, porque si una persona no tiene acceso total a la percepción del mundo, de lo que le rodea, de los poderes que están por encima de él y de las opciones a las que puede optar, nunca será libre. Es la libertad intelectual la que otorga la libertad real, y es por eso que la Educación y la censura preocupan tanto a todos los gobiernos y las instituciones de poder, porque “sólo la verdad os hará libres”. Una sociedad a la que se priva de Educación, entiéndase con ello una Educación libre, será una sociedad controlada, sumisa.
Aun a riesgo de escribir un artículo demasiado largo, se puede poner un ejemplo muy simple sobre esto: a una persona se le dice que la educación que recibe es excepcional pero de niño nunca se le menciona la existencia del Budismo, por ejemplo y, sin embargo, se le explica lo que es el Cristianismo. A este niño se le priva de saber que existe una alternativa, se le priva de conocimiento y, por tanto, cuando sea mayor nunca podrá elegir entre Cristianismo o Budismo ya que no sabe que uno de ellos existe. Su Educación ha sido sesgada, desconoce la existencia de las cosas y no puede elegir entre ellas, por lo tanto, no es libre.
Sumada a esta libertad intelectual, está la libertad como realización de la dignidad humana. Los derechos esenciales recogidos en la carta fundacional de los Derechos Humanos son la expresión máxima de lo que supone la libertad humana. Derechos como la vida, la Educación, la Sanidad o la vivienda están directamente relacionados con el concepto de libertad. ¿Cómo una persona va a ser libre si no tiene una casa donde vivir, una Sanidad con la que estar sano, una Educación con la que aprender? ¿Cómo estos aspectos, que son absolutamente necesarios para la consecución de la libertad, pueden estar sometidos a los criterios privados que decidirán si puedes tener acceso a ellos o no en función de tu nivel adquisitivo? Si se desea la libertad, el acceso a estos “servicios” debe ser libre y no estar sometidos a los criterios de los intereses privados, pues la libertad es un interés de todos.
Por tanto, los conceptos de libertad e igualdad no están reñidos, es más, son indisociables pero, en su discurso neoliberal, el capitalismo ha hecho creer que la igualdad conlleva a la falta de libertad. Si bien es cierto que un exceso de poder en un sistema igualitario puede dar lugar a otro que niegue completamente la libertad, existen mecanismos que puedan evitarlo. Lo que es seguro es que el sistema neoliberal, lo que no hay, es libertad.


Como anécdota, cito una escena de la película David Lean “Doctor Zhivago” en la que una multitud de personas son trasladadas en un tren a un campo de trabajos forzados durante el régimen estalinista. Entre ellos va un intelectual anarquista, y a pesar de ser el único que va encadenado dice a siguiente frase: ¡Soy el único hombre libre de este vagón, el resto sois un rebaño! Un ejemplo de que la libertad, para serlo de acción, debe serlo antes de pensamiento. Cierto es que la película, al igual que la novela en la que se basa, critica la falta de libertad en el régimen comunista de Stalin, pero eso ya es otro asunto… 

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